¿Por qué nos sentimos tan mal cuando sufrimos jet-lag o nos toca trabajar en turno de noche? Nuestra especie, como tantas otras, se ha adaptado a vivir en los típicos ciclos de 12 horas de luz/oscuridad. De hecho, hay en nuestro cuerpo varios ritmos circadianos, que así se llaman los que siguen este patrón, incluso a nivel molecular: la secreción de sustancias y el funcionamiento de muchos genes se ajustan a estos ciclos. Estos ritmos «periféricos» están gobernados por una especie de marcapasos central que reside, cómo no, en el cerebro. La actividad de este centro de control se suele medir por la producción de una sustancia llamada melatonina, que aumenta por la noche y disminuye durante el día siguiendo un ciclo de 24 horas. Un trabajo publicado en la revista PNAS ha estudiado 22 personas sometidas a un cambio drástico en los ciclos de vigilia/sueño, con resultados sorprendentes.
Los voluntarios vivieron en un ambiente controlado que simulaba días de 28 horas, en vez de 24, ajustando los horarios de luz, comidas y sueño. A los tres días, el sueño se habían retrasado 12 horas respecto al horario normal, o sea, como dormir en pleno día. Los investigadores hicieron distintos tipos de análisis en los sujetos, midiendo también los cambios en la actividad de los genes. Curiosamente, la secreción de melatonina siguió su patrón normal con ciclos de 24 horas, mientras que la gran mayoría de los genes que siguen ciclos circadianos se vieron afectados y su actividad disminuyó drásticamente. Lógicamente, entre estos genes están aquellos que controlan los ritmos circadianos, pero muchos otros tienen que ver con procesos básicos del funcionamiento celular.
Estos hallazgos dan una buena explicación de lo que sucede cuando los horarios de sueño/vigilia cambian repentinamente, como en los viajes de avión o en los cambios de turno de trabajo. Pero además, la información obtenida en esta investigación podría ser útil para utilizar el cambio de horarios de sueño en el tratamiento de algunos problemas de salud, ya que se ha visto que durante el envejecimiento o en personas con depresión hay alteraciones en estos ritmos de actividad genética.