Cuando uno aguanta sin respirar durante un rato, hay un reflejo que hace que la respiración se acelerece y aumente un poco la tensión arterial. El elemento central en esa respuesta es un pequeño órgano situado en el cuello llamado cuerpo (o glomus, para los amantes del latín) carotídeo, porque descansa sobre una arteria importante que lleva sangre al cerebro. Hasta ahora no había recibido excesiva atención, pero un artículo científico publicado recientemente en la revista Nature Communications revela que podría tener implicaciones gigantescas en la salud de millones de personas en todo el mundo.
La hipertensión arterial es un problema sanitario global que afecta a unos mil millones de personas en todo el mundo y predispone a sufrir problemas de corazón, de riñón, del ojo, del cerebro… De ahí el enorme interés en desarrollar fármacos que mantengan las cifras de presión arterial dentro de los límites normales. Aunque hoy en día disponemos de muchos tratamientos que funcionan bastante bien, siempre es de agradecer la aparición de una nueva arma en nuestro arsenal contra la enfermedad. En esta ocasión, parece ser que la inactivación del cuerpo carotídeo podría cambiar radicalmente el panorama del tratamiento contra la hipertensión.
Este pequeño cuerpecillo está abundantemente irrigado, y contiene unas células especializadas que actúan como receptores químicos, especialmente detectando la concentración de oxígeno (y también de CO2) de la sangre. Cuando estos sensores detectan algo anómalo, envían una señal nerviosa al cerebro, al núcleo encargado de regular la respiración y la presión de la sangre. Aunque esto ya se sabía, no se pensaba que tuviese un gran impacto sobre la presión arterial general. En cambio, los autores de esta investigación han demostrado que -al menos en ratas de laboratorio que desarrollan hipertensión espontáneamente- la anulación del cuerpo carotídeo es capaz de normalizar las cifras de presión arterial. Lo más interesante es que en ratas con tensión normal no sucede nada malo (podría ocurrir que la presión bajase hasta límites peligrosos). Todo esto ha permitido que, en un tiempo récord, hayan comenzado ya ensayos clínicos en pacientes, para evaluar la seguridad y la eficacia de este procedimiento. Habrá que estar atentos a los resultados.